jueves, 17 de noviembre de 2011

Cultura de club

Hay una cosa que recuerdo con nostalgia de cuando era crío. Jugar el sábado a la mañana en el campo de fútbol de Mayona, quedarnos a comer varios jugadores con nuestros padres en el bar-restaurante de al lado para ver, por la tarde, el partido del juvenil A. Eran unos sábados donde el fútbol mandaba y todo con la ilusión de pertenecer a un club y sentirme parte de él. He de agradecer al Danok Bat todos esos momentos.

Ahora, veo un partido de fútbol sala escolar y se me escapa una sonrisa cuando veo a los críos salir del vestuario con los padres esperando con unos donetes y un zumo para que los niños puedan matar el hambre hasta que llegue la hora de comer mientras todos marchan a jugar a un parque o a una cervecera a pasar juntos la tarde del sábado.

Este tipo de situaciones no se ven mucho en nuestro fútbol sala, como mucho, las cañas de unos pocos jugadores de algún equipo en el bar junto al pabellón y digo yo; nos falta cultura de club, pero no de club con estructura deportiva, sino esa cultura en la que un jugador se siente orgulloso de pertenecer a un club, que se forma en él, que le gusta quedar con sus compañeros para ir al cine, o a cenar, que aspira a jugar en el primer equipo y que acude al pabellón, junto al resto de su equipo, a animarlo y con la esperanza de verse algún día en la pista defendiendo los colores de "los mayores".

Este pasado sábado, pude ver algo parecido en dos ocasiones, acudí unos minutos a La Peña a ver el Gora-Berrio Otxoa Ortziri cadete y encontré una grada repleta de entrenadores,  directivos y jugadores del juvenil del equipo local. Todos animando, metiendo ruido y colaborando para crear un ambiente en el que a todo jugador le gusta competir. Por la tarde, me pasé por Landako para disfrutar de unos minutos del Sasikoa B-Lagun Onak de Liga Vasca y a pesar de la trayectoria que esta temporada está teniendo el equipo local, me agradó ver en la grada a una gran cantidad de niños animando a los locales y celebrando sus goles. Seguramente, muchos de estos niños estarían deseando ser ellos los que pudieran estar jugando en el 40x20. Ahora le toca al Sasikoa mostrarles el camino para que lo consigan.

Todo esto es lo que necesita nuestro fútbol sala. En algunos clubes poco a poco se comienza a ver algo parecido. Jugadores del cadete y del juvenil que acuden a ver y a animar al primer equipo. Niños en los pabellones que puedan conocer la  intensidad y espectacularidad de nuestro deporte. Jóvenes que sientan suyos los colores de las camisetas que defienden. En definitiva, cultura de club.

No hay comentarios:

Publicar un comentario